La idea de tener una casa en el campo ha sido ha seducido durante siglos a personas de toda condición. También a algunos monarcas franceses, como Francisco I, quién mandó construir uno de los castillos más espectaculares de su época con esta finalidad: Chambord. Además de cocina, salón, dormitorio y vistas la naturaleza salvaje, este castillo contaba con: 440 habitaciones, 365 chimeneas, 84 escaleras y más de 30 kilómetros de bosque. Hoy esta magnífica construcción es uno de los castillos más espectaculares y conocidos de Francia. En nuestra ruta al Pays de la Loire no nos lo hemos querido perder. ¿Nos acompañas a descubrir sus secretos?
Armonía matemática: Chambord y el Renacimiento francés
Chambord es un castillo atípico. 8 torreones enormes custodian un recinto rectangular, cerrado sobre sí mismo. De lejos, la magnitud de sus formas ya nos advierte: en este castillo vivió alguien importante. El escudo con la salamandra, omnipresente en todas las salas, es el testimonio inequívoco de Francisco I, su constructor. Cabe recordar que este monarca fue uno de los más destacados de su época. Archienemigo del emperador Carlos I de España, fue también un rey inclinado hacía las artes y las ciencias. Ello explica muchos de los detalles y matices que rigen la arquitectura de este castillo. De hecho, el propio Da Vinci trabajó y residió aquí durante tres años al servicio del rey.
El célebre inventor italiano fue el artífice de la escalera principal, ejecutada en forma de doble hélice. Esta escalera conecta las tres plantas del edifico, siendo el punto cardinal de la construcción original. Todavía hoy sorprende su complejidad y armonía. Si subís o bajáis por ella, quizás os pase inadvertida la medida de sus escalones. Presentan la altura y el ancho suficiente para transitar sin apenas esfuerzo, siguiendo la máxima renacentista de la arquitectura hecha a medida del hombre. Todo un ejemplo de arte, ingeniería e inspiración.
Las paredes, bóvedas y escaleras secundarias no merecen menos atención. Alineadas bajo el mismo estilo, son el testimonio vivo más bello del renacimiento francés. Incluso sus numerosas chimeneas, decoradas con patrones geométricos se integran perfectamente en el conjunto. En este sentido, se aleja mucho de otras construcciones de la época, como el castillo de Amboise o Blois, donde monarcas y nobles orquestaron ampliaciones sin un patrón común. En Chambord todo se rige por el mismo estilo y las ampliaciones posteriores –como la de Luis XIV- se mimetizan con las formas existentes. De hecho, es fácil confundir Chambord con un palacio por su diseño refinado y elegante, una ilusión que solamente se rompe si nos fijamos en la anchura de sus paredes y muros.
De casa de campo a Monumento de Francia
Desde su creación, Chambord pasó por muchas manos. Además de Francisco I, por allí pasaron otros monarcas como Enrique II de Francia o Luis XIV. Moliere realizó en 1670 la primera representación de El burgués gentilhombre y tras pasar años a manos de nobles y mariscales, finamente el gobierno francés lo adquirió a principios del s.XX. Los jardines fueron abandonados y tras años de dedicación, hoy es una de las joyas históricas más bellas y visitadas de Francia. Se ha incluye dentro del catálogo de Monumentos nacionales de Francia, una red cultural que, entre otras cosas, promueve el patrimonio entre los más jóvenes. Si tienes menos de 26 años y ciudadanía europea, debes saber que con presentar el DNI o pasaporte podrás entrar gratis a este y otros monumentos de esta red. Sino, la tarifa normal es de 13€ por persona. Si estás pensando en visitarlo, debes saber que la mejor manera de llegar a Chambord es en transporte privado. Hay un parking cerca del castillo.
Chambord ofrece, además de un bello edificio, un amplio abanico de actividades. En su interior podrás descubrir una gran colección de muebles y arte de época, así como la cocina original, exposiciones y audiovisuales que te ofrecerán una perspectiva más detallada sobre sus 500 años de historia.
Además de historia, Chambord ofrece actividades al aire libre para todas las edades: alquiler de bicicletas, barcas para navegar por los canales, rutas por el bosque (hoy declarado reserva natural), espectáculos de caballos y aves rapaces… Cada año se celebran exposiciones y un festival de música clásica. Y si tienes poco tiempo, siempre puedes tomar algo en una de sus cafeterías y dejarte seducir, como hizo Francisco I, por este maravilloso entorno.