Hace unos días hablamos del molino de papel de Capellades como uno de los mejores y más conocidos productores de papel artesanal. Lo cierto es que nos quedamos con ganas de saber más acerca de este centenario molino, así que hemos decidido visitarlo. Hoy, en Labois, hablamos de este famoso pueblo de Barcelona, de su pasado y su presente, y de la realización del papel.
Papel artesanal de Capellades: tradición y saber hacer
Esta historia empieza hace 150 años, cuando Capellades pasa a ser uno de los principales núcleos papeleros del país. En él convergían traperos, carpinteros, conductores de mulas, obreros de toda clase y familias llegadas de las zonas rurales en busca de un trabajo mejor. Este pasado ha quedado inmortalizado en las vitrinas del museo del papel de Capellades, donde se recoge e ilustra esta tradición.
La manera de producir del s.XIX respondía a una demanda social cada vez más acuciante, impulsada por la imprenta y la modernidad. No es de extrañar, que esta producción siguiese un criterio industrial.
Hoy, los grandes productores de papel de Capellades están a las afueras, siguiendo el antiguo canal del acuífero que brota de la montaña. Este mismo canal, que durante décadas ha movido las aspas de madera de los molinos, ahora discurre por otros caudales mucho más ambiciosos. El silencio de las aspas, prensas y molinos son la muestra más cruda y evidente del avance de las máquinas. Hace 100 años hacían falta más de 50 personas, incluidos niños y niñas, y una jornada de trabajo durísima para producir 9 raimas, o lo que es lo mismo, 4500 hojas. El fin implacable de una era que hace tiempo dejó paso a la electricidad y la maquinaria automatizada, capaz de producir ahora más de 50.000 hojas por minuto.
Quizás más eficiente o menos humana, lo cierto es que el papel artesanal de Capellades es sinónimo de calidad y saber hacer. Marcas como Guarro-Canson o Smoking producen aquí parte importante de sus productos. Incluso se elabora papel moneda. La especialización de esta villa barcelonesa es el fruto de décadas de desarrollo y perfección a diversas escalas de producción.
El museo del papel de Capellades
Situado en un antiguo molino, es un testimonio vivo de la villa y una de sus principales atracciones al ser reconvertido en museo público hace unos años. Parada obligatoria de cualquier viajero, aquí podréis conocer de cerca el pasado de esta villa y como se elaboraba el papel antaño. Pasear entre las diferentes plantas nos da una idea del esfuerzo y dedicación que implicaba hacer algo hoy tan mundano y cotidiano como una hoja de papel.
No deja de ser sorprendente que la materia prima con la que se elaboraba el papel artesanal no era celulosa, sino algodón. Éste era recolectado por un trapero, quien tras visitar pueblos y masías, vendía los trapos y telas que conseguía a los molinos. Aquí, las trabajadoras cortaban a mano cada pieza de ropa hasta conseguir pequeños retales de tela. El siguiente paso era sacudir las fibras de estos retales en un tambor, tarea que con frecuencia recaía en niñas por escasa su altura. Posteriormente, los trozos de tela se vertían en un depósito con agua y se blanqueaban con ceniza (el detergente de la época). La mezcla pasaba al molino de agua, donde se batía y aplastaba hasta conseguir una masa grumosa. Filtrada a mano por el maestro papelero, cada hoja se prensaba y se preparaba para su secado.
Si subís hasta la planta más alta del museo, podréis conocer cómo se hacia este secado, en la fase final de su elaboración. Aquí entenderéis porqué estos molinos tenían tantas ventanas, unas aperturas en los cuatro lados del edificio que permitían el paso del aire y controlar el secado. Esta sala, abierta y diáfana, hoy es también una sala de exposiciones.
Además de la colección de máquinas que se conserva en el subterráneo del museo, no os podéis perder la tienda. Es imposible resistirse a ver y tocar su amplia colección de papeles hechos a mano. Hoy el molino sigue produciendo papel por encargo, manteniendo los mismos estándares de calidad pero con una producción más eficiente. Muestra de ello es que ya hace tiempo que no se utiliza el algodón como materia prima, sino la celulosa.
Entre los papeles que podemos encontrar, os recomendamos los más tradicionales. Se elaboran en diferentes gramajes y son muy absorbentes. Si eres amante de la pintura debes probar este papel artesanal ya que ideal para técnicas que requieran mucha agua, como acuarela o tinta. Además, también está el papel germinado, apto para impresora doméstica. Como en el papel de Sheedo, este también se elabora a mano y puede plantarse. De sus semillas salen flores de manzanilla o violetas, según el tipo de papel que escojamos.
Así también, os recomendamos ojear su librería, especializada en artesanía y handmade. Podéis encontrar todos estos productos en su tienda online.
El museo está abierto de lunes a domingo y la entrada para adultos cuesta unos 6€ por persona. Por 2,5€ más puedes participar uno de sus interesantes talleres, como por ejemplo, realizar tú mismo un hoja de papel a mano.