Ruta al Pays de la Loire: el castillo de Villandry

Una desconcertante silueta de piedras grises y sobrias, tímidamente apiñadas, sobresale entre las copas de los chopos que nacen junto al río Cher. A lo lejos y en coche, cuesta creer que éste sea uno de los castillos más bellos del mundo. ¿Será uno de esos sitios que durante años han explotado y exagerado los touroperadores? A medio camino entre la duda y la expectación, seguimos la carretera hasta la pequeña villa de Villandry.

Entre los tejados picudos de las casas sobresale, cada vez más cerca, el torreón geométrico del castillo. Nos acercamos a al párking, debidamente indicado, situado cerca de la entrada. Entre grupos de turistas de todas las edades, encontramos el cartel de “entrada”, situado junto al muro del recinto. Un letrero muestra los horarios y tarifas. La apertura en meses de verano es de 9 a 19h y en invierno algo de 9 a 17:30. La tarifa de la entrada individual es de 7 euros para acceder a los jardines y de 11 si también queremos visitar el castillo. Optamos por el segundo.

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Entrada a los jardines de Villandry

Solo es necesario cruzar las puertas de Villandry para llegar al patio de armas. No hace falta dar muchos pasos para entender, ahora sí, porqué este es uno de los rincones más bellos del mundo. El olor de las rosas, estratégicamente situadas al inicio, es la verdadera puerta de entrada a este mundo de sensaciones. Como el sastre que elige sus mejores telas, los jardineros del castillo de Villandry ordenan y componen con maestría un tapiz de vivos colores. Nada se deja al azar. Cada flor nace, crece y se tuerce para ofrecer su mayor belleza. Es inevitable pensar en Versailles y en la escuela de Le Nôtre, si bien Villandry ha sabido encontrar su estilo propio entre las rigurosas líneas.

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Seguimos el canal que divide con rigor el jardín en dos. Al suroeste los jardines principales, de corte francés (como no podía ser de otra manera) y al noreste la fôret, un montículo más salvaje donde caminos de paseo. Es fácil ver allí aves de toda clase que van y vienen de los jardines, protegiéndose del Sol o de los turistas.

A pie, es posible recorrer los jardines con tranquilidad incluso en los días de mayor afluencia. Improvisamos una ruta hacia el huerto, donde frutas y verduras dibujan un pintoresco paisaje. Si queréis llevaros un recuerdo a casa, debéis saber que en la tienda del castillo podréis comprar mermeladas y compotas elaboradas con las frutas de este huerto. Así también, podéis haceros con semillas de las rosas de la entrada. Todo un detallazo.

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Modelo de osadía

Tras las líneas rectas trazadas a compas y cartabón, Villandry esconde historias de pasión y romanticismo. Solamente cabe recordar el pasado cortesano de estos castillos, donde las apariencias y el buen porte solían enmascarar el deseo más carnal. Aunque de esto ya  hace algunos siglos, los propietarios del castillo recuperaron parte importante de ese cosmos dual de formalidades y sentimientos. Sin ir más lejos, cada parcela ha sido compuesta para explicar una historia: amor, guerra, paz,…

No podemos ocultar lo mucho que nos gustaron los cenadores. Situados en cada calle del jardín, son un espacio de reposo idílico. Sin duda, es un lugar perfecto donde sacar el kit de acuarelas y dejarse llevar.

Como dijo Matisse, siempre habrá flores para el que desea verlas.

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El castillo

Si visitas Villandry, vale la pena pagar algo más y poder acceder al castillo, sobre todo si no has visto todavía ningún castillo del Pays de la Loire. En su interior, encontrarás salas perfectamente decoradas, siguiendo el estilo romántico francés, así como más detalles sobre los jardines y su historia. Cubiertos, vajillas y muebles son el testimonio más evidente del lifestyle de la época. No deja de sorprendernos que este castillo, que pasó por varias manos (incluso por las del hermano de Napoleón), acabaría siendo comprado por un español, Joachim Carvallo, quien lo salvó del abandono. Desde entonces, el castillo es de titularidad privada y sus dueños han velado, durante generaciones, por su excelente conservación.

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Si bien la visita a los jardines y el castillo pueden realizarse en apenas 2 horas, es aconsejable dedicarle la atención que se merece y evitar las prisas. Cada rincón es el fruto de años de dedicación, paciencia y savoir faire. Sus flores, setos y fuentes han inspirado a artistas de todo el mundo y probablemente también a ti 😉

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